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martes, 11 de noviembre de 2014

Rojo: Los primeros ataques

Capítulo VI
Los primeros ataques

A Rojo le preocupara la construcción del muro, dado que con ello podía resguardar parte de la población, pero también estaba muy centrado en la producción de alimentos, a fin que los pobladores gocen de buena salud y de un gran crecimiento.
Esa decisión la tomó exactamente cuando fue necesaria, dado que los pobladores efectivamente iban ganando mucha fuerza, principalmente los hombres, de buena altura y peso, como también las mujeres, quienes no se quedaban atrás en las faenas rutinarias a todos exigidas.
Otro frente que atacó estratégicamente Rojo fue la consolidación de una población numerosa y para el efecto fue necesario que el coito sea algo de todos los días. Los recién casados debían tener su primer hijo en no más de 9 a 10 meses, obligación impuesta por la sociedad, debido a lo imperioso de procrear que tenían. No interesaba mucho la edad de los contrayentes, con tal que puedan casarse. Las familias se apoyaban y el mismo Rojo había diseñado un modelo para la instauración de pequeñas viviendas, que luego se fueron fortificando poco a poco, con todo lo necesario para la subsistencia.
De ese modo, huerta, animales vacunos, porcinos, gallinas y conejos y demás que requiera la pequeña y emergente pareja era totalmente proveída por las familias y el mismo Rojo, quien de ese modo aseguraba el bienestar de todos. El resto ya quedaba a cargo de los esposos, quienes con dedicación y trabajo debían lograr fortalecer toda lo dote recibida.
Las solteras en principio no tenían ningún privilegio hasta que finalmente Rojo accedió a decretar que las mismas podrían elegir a un varón, soltero o casado, sin compromiso para el citado, a fin de colaborar para que la mujer quede embarazada. Eso fue un punto decisivo, si bien no había en ese tiempo muchas solteras, para que la población aún más crezca, y al igual que las parejas, las solteras tenían los mismos y quizás mayores beneficios, pues también se le brindaba una pequeña vivienda y lo necesario para la subsistencia.
Se agrandó la población con los asilados. Aquellos que rescató Rojo de las tribus atacadas y destruidas. Muchos niños, niñas y jóvenes abandonados y desolados. También mayores y en fin, todos eran bienvenidos, con la única condición de no imponer ningún tipo de creencia y a la vez, trabajar con la misma fuerza y entusiasmo por la edificación del muro con los demás nativos.
De ese modo fue consolidándose la estructura de defensa del pueblo, como también las numerosas gentes que a partir de un tiempo eran un número importante a considerar.
Poco a poco Rojo comenzó a llamar a los jóvenes, fuertes y hábiles, separándoles a los más pequeños y ágiles de los más fuertes y grandotes. También separó a los que realmente tenían bondades especiales formando los mismos parte de los 50, grupo especial de guardia y combate, y los menos dotados, de los 2.000, que fue otro ejército de combate también especializado, no tan bueno como los 50, pero de élite.
Los que no tenían condiciones para los 50, ni para los 2.000, terminaban siendo o parte del ejército común, o incluso de los arqueros. Fueron designados arqueros aquellos que no tenían tanta habilidad con la espada o que eran pequeños en estatura o complexión física. También las mujeres voluntarias eran arqueros, con muy buena adaptación.
Año tras año, Rojo seleccionaba a más y más jóvenes para la defensa en caso de existir lucha. Fue conformando poco a poco su ejército y cada quien tenía su lugar.
Doni Rojo [Doni] prácticamente desde muy joven ya era considerado un general. Con su enorme tamaño y los ojos de furia que mostraba cada vez que empuñaba una espada gigante o un martillo, hacían que todos los que estuvieran cerca de él tuvieran temor. También era integrante de los 50, aunque la identidad de los mismos era confidencial, pues tapaban sus rostros con máscaras u otros, a fin que nadie conozca sus identidades. Pero el tamaño siempre lo delató. Era el hombre –aún de joven- más grande en estatura que existía en la región, con fuerza de 5 hombres y la furia de 2 toros.
El rey Alobio no estuvo de acuerdo desde el principio que Rojo no pagara los tributos, como todos por la zona estaban obligados. Cuando Rojo se presentó ante el mismo, pensó que venía a suscribir algún tratado de paz o una alianza, como lo había hecho con los demás reinos del lugar, pero Rojo simplemente le manifestó que quería paz, y que no accedería a suscribir ningún acuerdo.
Entonces, metódicamente comenzó a dirigir su mirada hacia el territorio de Rojo, imponiéndoles a sus capitanes la orden de máxima dureza si encontraba a algún simpatizante del nuevo insurgente.
Sus pequeños ejércitos, más de reconocimiento que de lucha, fueron sorprendidos, totalmente, en los grandes bosques que cubrían el acceso principal al territorio de Rojo.
30 soldados a caballo fueron abatidos en minutos solo por Doni Rojo y otros 4 o 5 miembros del grupo de los 50, que se hallaban cazando por la zona.
Con crueldad y prácticamente destrozando a otros soldados, que en número superaban los 40 o 45, Doni Rojo no solamente les hundió el cráneo a cada uno y dio sus cuerpos a las bestias feroces de la zona, sino que les despojó de armas, caballo y todo lo que poseían, llevando para sus arcas, pues necesitaban de espadas y caballos, dado que el emergente ejército de Rojo no contaba con armas.
Volvió a enviar vario emisarios, mensajeros y soldados el rey Alobio, todos con armaduras, espadas y resguardados con una veintena o treintena de soldados. Pero eran los mismos soldados de guardia quienes salían despavoridos a correr por doquier, pues Doni Rojo con su sola presencia asustaba a cualquiera.
Esto puso de muy mal humor a Alobio. Golpeaba todo lo que encontraba y se sentía realmente molesto. No podía creer que todo lo que enviaba no regresaba.
Algunos les decían que eran bestias salvajes que ataban y realmente Doni Rojo podía considerarse como tales. Otros decían que eran emboscados por fantasmas o espíritus o cualquier otra superstición. La cuestión en definitiva era que el que iba no volvía, ni tampoco su caballo ni su arma, ni siquiera se encontraban rastros de los mismos.
El rey Alobio convocó en más de una oportunidad a sus aliados para el efecto.
Los mismos nunca le dieron ninguna respuesta. No les interesaba el tema. El territorio era enorme, y lo que pretendía Alobio era buscar lío donde a nadie interesaba. Esas tierras, si bien muy buenas para la agricultura, la ganadería y estando al borde del río, pues efectivamente eran muy tentadores, pero conocían que hacía años Rojo las ocupaba, además que estaba construyendo el muro, y de seguro tenía su ejército para defenderlo. Además, las historias sobre Doni Rojo traspasaban todas las fronteras, y en cada punto se acrecentaba más, llegando a medir para algunos ya 5 metros de altura.
No cesó de igual modo Alobio en su interés particular y empezó a dirigir mayor cantidad de hombres hacia la zona. Incluso proyectó un ejército de 3.000 soldados, pero luego desistió por los costos. Sin embargo, pasaban días enteros en los que pensaba únicamente en lo que acontecía detrás de los muros del territorio de Rojo.
Su preocupación no era vana. Efectivamente Rojo consolidaba cada día más sus defensas y su gente se multiplicaba como conejo.




                                  
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lunes, 10 de noviembre de 2014

Rojo: el autoproclamado rey Alobio

Capítulo V
El autoproclamado rey Alobio

Con muchos sátiros, jóvenes irreverentes, vándalos y alguno que otro mercenario, Alobio centró sus actividades en hacerles favor a varias familias del pequeño pueblo de Caratope, a cambio de nada, en principio. Se distinguió enseguida como un líder y emprendió en más de una oportunidad varias campañas de ataques contra tribus vecinas, logrando el éxito y colocando todo el botín en medio del pueblo para repartir con todos. Eso gustaba mucho a los pobladores, de quienes se ganaba el aprecio, sin conocer los mismos que tras ese tesoro Alobio destruía a todos los que no aceptaban el pago de tributos impuestos por el mismo en forma arbitraria.
Poco a poco formó un ejército y de ese modo no existió nadie que le hiciera frente de ningún modo. Luego, mandó, a través de serviles y simpatizantes, que se reuniera al pueblo para debatir la posibilidad de elección de un gobernante, pero grande se sorprendió  cuando sus viles secuaces, esbirros, usureros, prostitutas y rastreros acompañantes lo erigieron por unanimidad como rey.
Rey Alobio...!!!, por aclamación y de ese modo, las atrocidades comenzaban una época propicia para los que con él comulgaban esa profesión de robo, destrucción y salvajismo.
La ciudad pronto fue reestructurándose y creció bastante. Fortalecieron todo ese crecimiento las alianzas formadas con la ciudad vecina de Blacres, un poblado pacífico de trabajo, arte y música, y además, con la ciudad también vecina de Norast. Ésta última contaba con un ejército formado, con armas, caballos y mucha historia, por lo que la alianza fue muy estratégica por parte del rey Alobio.
Las promesas de evitar conflictos entre las mismas, fortalecerse del mismo modo, ayudándose y generando beneficios para los pobladores, hizo apetecible para todos la conformación de esas alianzas, y Norast había soportado durante años diferentes guerras, por lo que por fin lograr la paz con un vecino peligroso, era bastante conveniente.
Se conformó un triunvirato, siempre reunido en Caratope, y presidido por el rey Alobio. Los hermanos Sasterien y Lenstien fueron conjuntamente los designados por su padre el Rey de Norast para conformar ese triunvirato, y el rey Alobio los mimaba a ambos, dándole todos los gustos, fiestas abundantes y de ese modo, hacía de los mismos lo que quería. Los hermanos no tenían valor ni condiciones, eran pueriles e ingenuos y le gustaba saborear de los placeres más bajos, por lo que se organizaban banquetes abundantes, extensos, donde dos o tres mujeres no se les despegaban en toda la noche, exprimiéndoles a ambos hasta lo último del jugo del amor, e igual tratamiento tenía el representante de Blacres, hombre melancólico, más culto y apasionado por la música, pero ello no fue óbice para exigirle al rey Alobio dos o tres doncellas al día, pues quería experimentar profusamente sobre la sexualidad, rompiendo en más de una oportunidad horas y horas de penetraciones nocturnas, desvergonzadas y ante el público.
El rey Alobio disfrutaba todo aquello, y era perverso en esas diligencias. Hacía lo propio para mantener a sus aliados con las expectativas de atracciones divertidas y escandalosas a cada momento, pero a la vez, también él escarbaba sus propios deseos y procuraba llenar su sed con las dulzuras dadas por expertas damas, oficiosas en el ámbito de las confidencias.
Por otro lado, no tan estratega como Rojo, el rey Alobio formó su ejército y exterminaba a todas las pequeñas tribus que se instalaban en lo que él denominaba sus límites territoriales. 
Exigía el pago de tributos, y cuando ya nadie podía pagar, entonces mandaba a sus destructores, quienes en forma abrupta degollaban a cualquiera que se les cruzaba, y violaban a las mujeres una y otra vez, antes de matarlas. A los niños y a las niñas encerraban en jaulas y los enviaban como esclavos y todas las pertenencias de los mismos traían como botín, que por supuesto, para esa época ya no repartían a nadie, acrecentando de ese modo las riquezas del rey.
Pronto, toda la destrucción sembrada por el rey Alobio hizo incluso temer a sus aliados, quienes jamás objetaron sus métodos y reforzaban los acuerdos, a fin de perdurar la paz entre los mismos, lo que en definitiva les convenía totalmente.
La mancha roja que veía con poca atención el rey Alobio en un principio y luego se fue convirtiendo en algo cada vez más preocupante tenía nombre. Lo que Rojo comenzó de la nada, de pronto se vislumbraba con más trascendencia entre los comentarios de los jefes del ejército, en la corte y entre los mismos aliados. Podría temérseles, cabría considerarlos como un peligro, cuántos eran, tenían ejército.
Pasaba el tiempo y las preguntas azotaban con más fuerza cada día. Muchos sostenían que no representaban ningún peligro, agricultores que a nadie molestaban. Otros, justamente por eso, exigían que paguen los impuestos como todos, pues esa región, si bien bastante alejada de la ciudad de Caratope, también formaba parte de los límites territoriales del rey Alobio.
El rey no tenía bien claro lo que haría con los mismos, pensaba y luego se ocupaba de organizar algún banquete con sus seguidores, y extasiado de eso, pues pasaban meses celebrando, olvidan dicha preocupación, hasta que volvía el tema al tapete.
Pero un día fue sorprendido por el mismo Rojo. 
Rojo se llegó hasta el castillo del rey Alobio y pidió audiencia, y de inmediato Alobio en persona salió a recibirlo, preguntándole a renglón seguido a qué se debía esa inesperada y extraordinaria visita. Rojo no dudó mucho en ir al grano y le manifestó su preocupación por su pequeño pueblo, rogándole que no inicie ninguna campaña de guerra contra los mismos, quienes no eran luchadores ni guerreros, solamente agricultores y ganaderos, trabajadores y hombres y mujeres aldeanos, que no molestaban a nadie. El rey lo miró fijamente y luego miró al techo, bajó de nuevo su mirada y se halló que sus aliados estaban al pendiente perfectamente de lo que se oyó por parte del que con ruegos venía. 
Así que endureció el corazón y su frente se ciñó, estiró la mano hacia su interlocutor y le dijo que olvidaba algo. Rojo sabía lo que el rey le diría, estaba muy al tanto de lo que acontecía y además no venía realmente a rogar ni a pedir piedad. Solo era una estrategia más dentro de las muchas que poseía.
El rey Alobio con voz fuerte, levantándose de una y dándole la espalda en forma metódica al visitante, le dijo en términos claros que olvidó todo lo referente a los impuestos, que todos en su territorio pagan tributos y que esa obligación, ni siquiera él tiene la potestad de eximirle a nadie, pues todos están obligados del mismo modo.
Rojo sonrió y replicó al rey, diciéndole con respeto, que ellos no formaban parte del territorio del rey, a lo que sucedió un silencio sacramental. El clima se tornó denso. Nadia habló por unos instantes. El rey volteó y nuevamente de frente a Rojo le dijo que lo que había dicho no se ajustaba a la realidad, y que allí terminaba la audiencia. Se retiró muy confundido.
Rojo celebró lo que hizo, pues tomó un amplio conocimiento de toda la organización interna del rey, de sus guardaespaldas y la seguridad, de sus aliados, de los dependientes y esclavos y otras cuestiones.
El rey por su parte, no pudo dormir varios días y ni una mujer podía lograr que se calmara sus graves preocupaciones. Finalmente decidió con los ojos coléricos, sin dormir de varios días, declarar la guerra a Rojo.







                                 
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domingo, 9 de noviembre de 2014

Novela: Rojo

"ROJO"

Trama
Rojo preocupado por lo que sería de su familia, ante los ataques e inseguridad reinante, decidió formar un pueblo con fortalezas suficientes para garantizar la paz, el orden y la seguridad de sus habitantes. 

Personajes por orden alfabético:
► Alobio: rey de Caratope.Leer más
Doni Rojo: hijo de Rojo, segundo rey, guerrero, gran guerreno, Murió joven, por problemas de salud. Tuvo cuatro hijos. El primero llamado Resoler. El segundo se llamó Ramseli. La tercera fue niña y se llamó Riasla Rojo, y el último se llamó. Leer más...
► Fatias: Hermana del rey Fistius. Quedó viuda muy joven y no tuvo hijos. Convivió algún tiempo con Alobio hasta que se suscribiera un acuerdo de paz entre Blacres y Caratope (Leer más...). Un tiempo después fue asesinada.
► Fistious: Rey de Blacres. Vivió encerrado y así falleció. No tuvo hijos varones lo que hizo que sucumbiera aún más en el encierro y la soledad.
► Lenstien: príncipe de Norast y hermano de Sasterien. Conformaban el triunvirato luego de la alianza conformada por Alobio rey de Caratope, el rey de Blacres y el Rey de Norast.
► Rojo: el fundador, primer rey y estratega principal. Padre de Doni Rojo. Vivió muchos años.
► Sasterien: príncipe de Norast y hermano de Lenstien. Conformaban el triunvirato luego de la alianza conformada por Alobio rey de Caratope, el rey de Blacres y el Rey de Norast.

Lugares por orden alfabético
► Blacres: un poblado pacífico de trabajo, arte y música. Su ejército era pequeño y no contaba con glorias.
Caratope: la ciudad regida por Alobio.
► Norast: ciudad enorme que contaba con un ejército formado con armas, caballos y mucha historia, de guerras y batallas, de glorias y penurias.


ÍNDICE

CAPÍTULO I ► El inicio  | La historia inicial, los sucesos preliminares de la familia de Rojo, y su migración a las tierras que finalmente fueron su nación. Leer más...

CAPÍTULO II ► Los asilados | Rojo ideó como plan buscar a refugiados y aquellos que cuyas tribus fueron destruidas, para asilarlos en nueva tierra.  Leer más...

CAPÍTULO III Doni Rojo | El único hijo de Rojo, Doni Rojo, fue un guerrero extraordinario, un hombre enorme por sus dimensiones físicas, experto en la batalla, invencible y miembro de los 50.  Leer más...

CAPÍTULO IV El muro | Rojo sabía que la única manera de resistir el avance del rey Alobio y su ejército era construyendo una muralla, en parte natural y en parte de piedras y otro obstáculos creados en forma metódica para evitar su destrucción.  Leer más...

CAPÍTULO V El autoproclamado rey Alobio | Alobio se impuso a todos con fuerza, amenazas, robos y violencia, hasta finalmente lograr que la ciudad de Caratope le declare rey Leer más...

CAPÍTULO VI. Los primeros ataques. A Rojo le preocupara la construcción del muro, dado que con ello podía resguardar parte de la población, pero también estaba muy centrado en la producción de alimentos, a fin que los pobladores gocen de buena salud y de un gran crecimiento Leer más...

CAPÍTULO VII. La alianza del Rey Alobio con BlacresEl rey Alobio fue hábil para someter a sus vecinos, tras distintos y fuertes ataques a las villas cercanas y en son de supuestos forajidos, hizo que en principio se fortalezcan ayudas mutuas para contrarrestar la inseguridad reinante, pero luego poco a poco, cada una de las ciudades limítrofes pues no le quedó más camino que aliarse y de ese modo evitar posibles o futuras disputas innecesarias con Alobio y su incontrolable sed de poder Leer más...

Capítulo VIII. La ampliación del territorio de los RojosRojo comenzaba a observar que la población que inicialmente no comprendía más de dos o tres centenares de familias medianamente organizadas, de pronto se convirtió en una multitud de más de 8 mil personas, entre las que se incluían el pequeño ejército, los 2 mil más adiestrados en la lucha y los 50 especiales, llamados así por ser un grupo aún más selecto de guerreros, a cuyo cargo se encontraba la protección de Rojo y su familia. 




                                 
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