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jueves, 19 de febrero de 2015

Rojo: La ampliación del territorio de los Rojos

Capítulo VIII
La ampliación del territorio de los Rojos

            Rojo comenzaba a observar que la población que inicialmente no comprendía más de dos o tres centenares de familias medianamente organizadas, de pronto se convirtió en una multitud de más de 8 mil personas, entre las que se incluían el pequeño ejército, los 2 mil más adiestrados en la lucha y los 50 especiales, llamados así por ser un grupo aún más selecto de guerreros, a cuyo cargo se encontraba la protección de Rojo y su familia. Definitivamente, en sus adentros reflexionaba Rojo, ese mísero pueblo de unas pocas familias, varios refugiados y exiliados, se transformó en toda una ciudad bien organizada, de hombres y mujeres laboriosos, sanos y fuertes, además de una seguridad máxima en cuanto a sus fronteras, si bien nunca había sufrido algún ataque importante.
            Fue a partir de allí que abrogó una serie de reglamentaciones que tenían que ver con el crecimiento poblacional, suprimiendo definitivamente aquello de la poligamia, por lo que cada hombre tenía derecho solamente a casarse una vez y en cuanto a las relaciones maritales múltiples existentes, pues quedarían tal cual estaban y se mantendrían así hasta la muerte. Pero para los jóvenes y aún solteros, o los casados una sola vez, pues deberían a contar desde ese momento seguir de ese modo, estándole vedado al hombre buscar otra esposa, lo que en general pareció bien, pues de hecho hacía tiempo que la poligamia en gran medida decreció, no solamente por cuestiones religiosas internas, sino que además para el hombre abocado a la seguridad de la ciudad, al trabajo en su estancia, a la cría de ganado, a la enseñanza de sus hijos, y sumarle a ello el mantener contenta a más de una esposa, se había convertido en una tarea imposible, por lo que no fueron pocos los que optaron por la monogamia, hacía ya mucho tiempo.
            También, viendo que el pueblo aceptó sin contemplaciones lo referente a la extirpación de la poligamia, pues Rojo decidió también suprimir la facultad inherente a las mujeres solteras, quienes gozaban de la potestad de elegir de entre cualquier hombre de la comunidad, salvo Rojo y su hijo Doni Rojo, sobre quienes pesaba otro decreto que les imposibilitaba tener hijos fuera de su matrimonio si pretendía acceder o seguir en el reinado y aplicable a cualquiera en ese orden, para la procreación. Así, cualquier soltera gozaba plenamente del derecho a exigir a cualquier hombre de su preferencia, no importando si estaba o no casado, a copular con el mismo a fin de que quede embarazada, sin que el hombre tenga derecho alguno sobre el niño. Eso permitió en su momento una gran cantidad de madres nuevas, que tenían capacidad suficiente para criar uno, dos y hasta cinco hijos, sin la intervención alguna de los padres respectivos.
            Rojo decidió derogar totalmente esa reglamentación, y allí sí encontró mayor resistencia, pues las damas no solamente tenían en interés la procreación sino que muchas veces por el deleite mismo se complacían con los hombres, hasta quedar en cinta, lo que podía en algunos casos significar encuentros no más tan casuales sino muy asiduos. Algunos casos llegaron para resolución hasta Rojo, debido a que estas relaciones se perpetuaban de un modo indebido, y las esposas se quejaban. Fueron pocos casos, y pronto se hallaban soluciones al respecto. Finalmente con la anulación de la norma ninguna soltera gozaba de ese privilegio y desde allí como todas, debía comenzar la ardua tarea de encontrar una pareja con quien contraer nupcias y engendrar hijos.
            Como aumentaba la población, también se acrecentó en gran medida la organización de la ciudad, en casi todos los aspectos, entre ellos, el que más interesaba era el de la seguridad, el del ejército y la defensa del pueblo. Y por supuesto, las provisiones no quedaban al margen.
            Los jóvenes rápidamente eran insertados al ejército según sus capacidades. Participaban tanto hombres como mujeres, indistintamente. La mayoría, grandes, fuertes y muy confiados en la guerra eran seleccionados para la lucha en general, en las contiendas en el campo. Los más pequeños, que eran muy pocos, inmediatamente según su destreza pasaban al cuerpo de los arqueros, aunque el hecho de ser pequeño de estatura no era óbice para que aquellos que no tenía la suficiente destreza en el campo finalmente formen parte de los arqueros. El entrenamiento comprendía muchas horas de formación e iban mejorando en sus técnicas de ataque y defensa, llegando algunos a considerarse como muy buenos. Los mejores, nuevamente eran seleccionados para participar de actividades que comprendían lo necesario para otro apartamiento y finalmente inserción al grupo especial de los 2 mil. Los 2 mil como cuerpo del ejército consistían en varias dotaciones de muy buenos soldados, aptos para la lucha en cualquier campo, muy bien entrenados, y capacitados por el mismo Doni Rojo durante años. Luego, si alguno de éstos nuevamente mostraba destrezas de excelencia, finalmente pasaba al grupo de los 50, que eran guerreros permanentes, de identidad secreta y expertos en la lucha, y en la supervivencia. Si un hombre del ejército común equivalía a 3 de cualquier otro ejército de la región, los del grupo de los 2 mil, equivalía a 10, y los del grupo especial de los 50, a 100 hombres comunes. Esto se daba porque en la mayoría de las dotaciones de aquellas ciudades limítrofes, la mayoría de sus componentes no estaban adiestrados suficientemente, y muchas veces apenas blandían la espada, pues su fuerza se computaba por el número de sus hombres y no por la destreza, a la inversa de lo que ocurría con el ejército de Rojo, pues la diferencia en número era grande y más convenía adiestrar a los pocos con quienes se contaba.
            También comenzó una muy extensa organización de la alimentación de todos los residentes en el pueblo, como de aquellos que se encontraban más distanciados y de toda la comitiva combatiente. Los campos comunes de abastecimiento proveían lo suficiente para todos y de las granjas particulares se recolectaba para las reservas. Éstas se guardaban en distintos repositorios que también durante el tiempo fueron acrecentándose ante la inminencia de la guerra. Se proveía a todo el pueblo de abundante leche, huevos y carne, y las legumbres formaban parte de la dieta semanal en cada vivienda. La provisión de pescado se realizaba por temporadas, respetándose de ese modo el crecimiento natural de los lagos existentes y del río circunvalante. Las frutas de estación correspondían a cada familia. El agua se transportaba de distintos modos y se abastecía a la comunidad de modo regular, como también se guarnecía lo necesario para las reservas respectivas. La administración ese sentido estaba totalmente fiscalizada por Rojo, desde un principio, y siguió de ese modo al punto de convertirse en una tradición constante.
            Por otra parte la planificación de las viviendas exigió no solamente de equipamientos de trabajo para la pronta expansión al respecto, sino también la prevención adecuada de más y más pobladores, que por año se acrecía de un modo significativo, y cada nueva familia requería vivienda y lo necesario para subsistir, cuestión con la que siempre se cumplió de modo regular y eficiente. Nuevos miembros de la comunidad, nuevas residencias, huertas y responsabilidades para todos.





                                  
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