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viernes, 24 de octubre de 2014

Rojo: El inicio

CAPÍTULO I
Después de varios años, Rojo había visto que el pueblo que antes conocía cambió demasiado y era imperioso buscar otro modo de sobrevivir. 
Efectivamente la ciudad de Caratope había crecido en extensión y población y fue justamente Alobio el que apoyado por familiares y de su capacidad de imponerse a los demás, quien se autoproclamó inicialmente regente, luego como principal, y finalmente como rey. 
Con un pequeño ejército de vagos, usureros y malhechores que encontró por la ciudad, Alobio logró instaurarse como la principal autoridad de la ciudad, y la gente lo aceptó sin mayores problemas, dado que en principio convenció con un espíritu bondadoso y de ayuda general a todos sus compueblanos. Así fue que poco a poco y de buena o mala manera, se instituyó el pequeño reinado en ese poblado y Rojo examinó lo acontecido durante esos años, y logró concluir que la situación no sería feliz a medida que aquel temerario hombre adquiera mayor poder.
Rojo también descendía de una familia numerosa y fue así que explicó a todos la situación y se alejó lo más que pudo de la ciudad de Caratope y sus ciudades aledañas, como para no tener ningún tipo de trato con los pueblerinos de esas regiones. Se fue hacia el sur y lo acompañaron todos sus familiares, totalizando así una muchedumbre de más de 300 personas. 
Se instalaron en cercanías a unas grandes rocas que bordeaban el río Picuetó, y el terreno en ese lugar, les permitía construir fortalezas para defenderse de los ataques de otras tribus o guerreros que pudieran existir por la zona. Pronto edificaron varias viviendas, bien organizadas. También realizaron vallas protectoras de diferentes índoles y fueron acomodando toda su ganadería y agricultura en toda esa región. Rojo no quiso darle nombre al lugar, por lo que sus familiares se conformaron de denominarla "nuestra heredad". 
Rojo estaba convencido que pronto llegarían del norte, del este o del oeste, ejércitos de bandidos que les tomarían como esclavos, violarían a sus mujeres y les robarían todo el ganado y lo poco que tenían. Así que ideó desde un principio distintas formas de defensa, principalmente naturales. También adiestró a todos los hombres y mujeres, para pelear en caso que fuera necesario, y obligó a todos a engendrar hijos e hijas fuertes, bien alimentados, grandes y sanos. Rojo dictó un decreto que establecía que cada hombre podría tener hasta 7 mujeres, a fin de poblar la región. Las mujeres estuvieron plenamente de acuerdo, así que comenzó un tiempo de mucho trabajo, sacrificio, y principalmente de organización. Se instituyeron rápidamente varios centros educativos para que los más jóvenes comiencen a estudiar y llegado el momento, todos ayudan en las construcciones de vallas, muros y defensas naturales y costeras, en la agricultura y la ganadería, en la formación de sus jóvenes y en la creación de armas. Los niños pasaban horas ayudando y otras horas estudiando. No había mucho tiempo para juegos. Rojo les explicaba que si no se preparaban, nada de lo que hasta ahora hicieron existiría ante un ataque del enemigo. Las jóvenes pronto buscaban un buen marido para casarse y tener hijos, estando a su elección si querían un joven como esposo y un adulto. El joven les prometía un embarazo rápido, dado que los jóvenes Rojo eran muy fértiles y bien dotados. Los adultos pioneros, cansados de mucho sacrificio sobre sus espaldas, con una, dos o más esposas, a veces ni siquiera ya tenían tanta voluntad para suplir el deseo de una doncella habida de amor, si bien, con la experiencia compensaban todo aquello, pues los Rojos tenían un dotado cuerpo envidiable. 


Las mujeres más adultas trabajaban sin parar durante todo el día, cocinando abundantemente para todos, pues principalmente los varones eran de muy buen comer y requerían gran cantidad de alimentación. Rojo había establecido que todos debían alimentarse grandemente, pues quería formar a hombres y mujeres de gran tamaño, inteligentes, como una raza más superior a las demás, pues pensaba que compensaría en una batalla a la cantidad del ejército contrario de hombres pequeños, con un número inferior de Rojos de gran tamaño. 
La etapa inicial comprendió grandes sacrificios por parte de todos, principalmente de los pioneros, y siguiéndoles, cada niño, joven y adulto natural ya de ese lugar, que comprometido al igual que todos los padres, continuaban las labores sin descanso, a fin de asegurar un lugar donde vivir, sin temor a que los enemigos los ataquen de modo alguno. La unión entre las familias permitió una fortaleza inigualable. Rojo contemplaba eso y muchas veces quedaba atónito ante lo que sus ojos contemplaban. Era evidente que cada uno de los Rojos estaba tan convencido de lo que hacía que jamás existió objeción o reclamo alguno y todos, al mismo son, colocaban el hombro para levantar una fortaleza indestructible.



                                  
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