Un día de mucho calor en abril, varios gusanos se reunieron para comer cerca de un viejo sauce llorón, que en ese tiempo no dejaba que ningún pájaro aventurero se acerque por la zona, por lo que podía considerarse el lugar bastante seguro. Mirplo, uno de los gusanos más gordos del grupo, estaba ansioso. Se movía de un lado para otro, y a cada instante levantaba su pesado cuerpo para mirar hacia el norte. Su amigo, Tiete, le preguntó, luego de un rato, qué acontecía.
Mirplo no contestaba y solamente se limitaba a mirar su reloj. Luego de un rato, no aguantó la angustia y relató a sus amigos que estaba aguardando a una hormiga.
Algunos lo miraron fijamente y no entendían qué acontecía. Otros no hicieron caso al comentario y se limitaron a seguir almorzando. Tiete sin embargo le increpó, y dijo en voz alta,
- Qué ocurre amigo, cómo que una hormiga, en este lugar no vienen las hormigas, es peligroso para todos.
Mirplo lo miró y le respondió, con los nervios y las ansias de la espera:
- No te preocupes compañero, todo está controlado. No traería ninguna desgracia aquí.
De un momento a otro, y sin que nadie se diera cuenta, la hormiga estaba allí. Era una hormiga enorme, con sus antenas estaba muy atenta a la conversación y ya tenía claramente determinado cuantos estaban allí en el lugar, como también qué hacían y rutas de escapes posibles, por las dudas.
- Amiga, -le replicó Mirplo-, te estuve aguardando hace rato. Necesitamos tu ayuda.
La hormiga no respondió, pero asintió al saludo y se acercó con cautela a su anfitrión. Y efectivamente, existía en uno de los arbustos cercanos al sauce, un pequeño hoyo de los gusanos que hacía tiempo se hallaba obstaculizado por una rama del árbol, que impedía el acceso, y por más que los gusanitos intentaban removerla, era imposible para los mismos, existiendo también por dentro del agujero, otros amigos de los mismos que prácticamente habían quedado encerrados.
La hormiga de un empujón quitó la rama, y no solo eso, sino que tiró la misma a una distancia suficiente para que no molestase nuevamente. Todos los gusanos miraban asombrados. No podían creer lo acontecido.
La hormiga dio una vuelta, volvió a saludar a Mirplo y se retiró tan rápido como había llegado.
De repente, todos los gusanos, los que estuvieron atentos, los que estaban comiendo, y aquellos que ni siquiera se interesaron, se acercaron a Mirplo y le cuestionaron lo acontecido, con mucho asombro.
Mirplo se recostó en una hoja que estaba allí y replicó:
- La amistad es el mejor tesoro. Ni nuestras fuerzas hubieran hecho que esa rama se moviera de ese lugar, pero gracias a una amiga, pues ahora nos hemos liberado de la misma. Recuerden que no debemos juzgar a los demás por su apariencia o por su forma de ser, sino que debemos cultivar el respeto y la amistad con todos, pues la debilidad de unos a través de la amistad podría convertirse en fuerza para otros.
Todos estuvieron felices, contentos y habían aprendido a no juzgar a los demás y a cultivar la amistad con todos.
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